A familia contenta los males no la aquejan

Comuna 4 / Aranjuez

Luz Adriana Patiño

Aranjuez

A Luz Adriana Patiño, de 54 años, realmente le preocupaba que se acercara la jubilación de su marido. Si todos los sábados, después del trabajo, aprovechaba para salir con sus amigos y tomarse sus tragos viendo los partidos televisados del fútbol, ella no quería ni imaginárselo desocupado todo el día y recibiendo su dinero mensualmente.

 

Edgar Augusto Parra nunca había pasado sustos y por eso nunca se llegó a preguntar por lo malo de su “tomadera” de trago. Sin embargo, trae a cuento Luz Adriana, aquella vez que botó unos lentes que le habían costado quinientos ochenta mil pesos y sufrió un guayabo más grande que cualquiera de los que hubiese vivido en los tradicionales domingos de su vida, cuando no le provocaba ni levantarse. Ese guayabo moral fue el que lo motivó a dejar el licor, concluye ella.

Cuando llegó la jubilación de Fabricato –donde Edgar trabajaba en el área de hilados–, fuera de cualquier pronóstico de Luz Adriana, su esposo se convirtió en su compañero para múltiples actividades como las clases de internet en la Biblioteca Piloto y la gimnasia de la tercera edad. Incluso, pasó de los domingos de “desenguayabe” a los domingos de compartir en familia. Ahora “es él el que acosa pa’ la misa”, dice ella.

 

El fruto de este matrimonio es Leidy Johana Parra Patiño, que con sus 29 años ya es toda una profesional con empleo, a la que sus padres aun tienen la oportunidad de cuidar y consentir, pues vive con ellos. Algunos fines de semana van juntos al Jardín Botánico a disfrutar del contacto con la naturaleza o salen a recrearse un rato en el Comfama de Rionegro.  A Luz Adriana, esta nueva etapa de la vida, le ha permitido olvidarse un poco del diagnóstico de depresión mixta y bipolaridad que le fue detectado a los 28 años.

 

“Es que ella tuvo un comienzo de vida muy triste -dice Edgar, recordando que ella se crió en Lovaina, un barrio vulnerable del centro de la ciudad-. Uno de sus hermanos falleció en ese mundo y ella quedó con la hermana y otro hermano. Además, tuvo con un papá con problemas de depresión”.

Luz Adriana quedó huérfana de padre y madre a los 10 años. Su crianza y la de sus hermanos fue asumida por su abuela, quien para sostenerlos trabajaba en casas de familia. “Desde los 13 años yo me iba con la abuelita –recuerda-, a ayudarle a lavar y planchar, ella me enseñaba en casas. Yo le arreglaba la ropa a alguna vecina o una persona cerquita, entonces me iba con los ganchos para llevarle la ropa a la gente. Me daban la plata y yo se la entregaba a la abuelita”. Aunque era la consentida de la mamita, su infancia no dejó de ser difícil.

 

A los 21 años, cuando ya vivía en la casa de una amiga, donde se encargaba de las labores domésticas mientras recibía como compensación el pago de sus estudios de secretariado, conoció a su actual esposo y decidieron vivir juntos.

Cuando se descubrieron los trastornos mentales de Luz Adriana, se plantearon hipótesis sobre el origen de la enfermedad. “La psquiatra dice que viene de la niñez, otros que de la familia del papá, yo no sé…”, cuenta ella. Lo que sí tiene claro es que cuando la agarra la depresión, no le provoca hacer nada. Así describe sus síntomas:  “Me empieza una aburrición, ganas de llorar, no quiero hablar con nadie, no contesto el teléfono, me da mucho sueño. Me encierro. Eso sí, siempre que yo me enferme, la cocina… nunca les he dejado de hacer el almuerzo ni la ropa, así sea que vuelva y me acueste, lo hago con desaliento, pero lo hago”.

Sus trastornos la han llevado dos veces a estar hospitalizada. Ella lo que recuerda con desazón es que algunos médicos parecieran no entender a sus pacientes y piensan que con pastillas se soluciona todo. Actualmente, Luz Adriana Patiño tiene pocos medicamentos, la unidad de su familia y la oportunidad de compartir con su esposo tantos momentos le han ayudado a mantener su salud mental estable. Así los días transcurren felices, se levanta con ánimo a sus actividades o a hacer oficio. Acompaña el cantar de los pájaros que tiene su esposo con alguna de las emisoras románticas de la ciudad y escucha las baladas que tanto le gustan. “Se las sabe todas”, dice su esposo, agregando que ella siempre ha tenido un talento para el canto que no ha podido explotar.

 

Y eso sí, le encanta cocinar. Para hacerlo, tiene un espacio amplio que mantiene muy bien organizado y limpio. Luz Adriana tiene sus libros y revistas de recetas, y ahora, que está aprendiendo a manejar internet, aprovecha para consultar nuevas formas de preparar sus alimentos de formas innovadoras y saludables, porque para ella, lo que más alegría le da es que le digan: “¡qué comida tan rica!”. Edgar concluye: “es que le queda muy rico todo porque lo hace con amor”.

Frase destacada:

 

“Una persona saludable es una persona que haga gimnasia, que camine, que tome bastante agua, que coma frutas, que coma verduras, buenos hábitos alimenticios”.