“A mí no me amarra nada”
Comuna 6 / Doce de Octubre
Su casa queda justo en el final de una calle estrecha, la circunda una quebrada cuyo riachuelo se musicaliza con la estadía de las aves silvestres y los canarios y pericos de las casas vecinas. La vivienda está ubicada en Robledo Kennedy, comuna 6 de Medellín, pero el ambiente traslada a un lugar menos citadino.
Martha Lucía Osorio
12 de Octubre
La protagonista de nuestra esta historia sale a encontrar a sus invitados a la calle principal del barrio, mientras da pasos cortos que evidencian sus cincuenta y ochos años y su robustez pero, que no ocultan la prisa que la caracteriza y con la que capotea la vida. Esa es Martha Lucía Osorio, cuidadora en su hogar, líder comunitaria y hasta organizadora de excursiones y fiestas barriales.
Su compañero de vida es José Isaías Cataño, de setenta y siete años, y quien está sentado en el balcón. Desde el 8 de noviembre de 2014 ella se encarga de cuidarlo, pues es oxígeno-dependiente, tarea que también tiene con Aurelia, su cuñada y quien sufre problemas de azúcar en la sangre.
“En mi familia yo soy la mano derecha de todos, dicen que soy la que entiendo y la que sabe hablar, a pesar de que tengo muy mala memoria”, comienza su relato Martha, uno donde las constantes han sido la fortaleza y la persistencia para que la vida sea mejor, en todo sentido.
Esta lista comienza con su matrimonio, confiesa que en su casa materna no querían al “negro” -como le dice a su esposo- precisamente por eso, por su piel morena. Sin embargo, dice que pese a una maldición de su padre el día de la boda, es la única de sus hermanas que conserva su pareja y que apunta de entereza consiguió un techo donde guarecerse; algo de lo que se siente más que orgullosa.
“Siempre he estado con él en las buenas y en las malas. Llevamos cuarenta y dos años de casados. Aquí fue mucho lo que luchamos: sacaba venta de empanadas hechas en fogón de leña, luego me conseguí un carro de perros y con esfuerzo levantamos el hogar”, sigue contando.
Este mismo empuje le sirvió para aprender todo lo que estuviera a su alcance; estudió elaboración de comidas, pastelería, pastillaje, tortas, organización de fiestas; conocimientos que puso en práctica y con los que logró generar otros ingresos para la casa.
La sala del hogar es alegre, quizá sintonizada con su propietaria. Dos mesitas con manteles vistosos soportan las fotos que, envejecidas por los años, le ayudan a repasar la vida familiar en el barrio, el Doce de Octubre para más señas, lugar al que llegaron hace 37 años para vivir con sus hijos Henry Alberto y Alejandra María.
En cuanto llegó comenzó a hacer amigos y a organizar las fiestas infantiles y de amor y amistad. “Siempre he sido muy activa, conseguía disfraces para las celebraciones de los niños de la cuadra, hacía las fiestas en diciembre, parrandeaba parejo. Hacíamos canecadas de chicha y los vecinos me ayudaban a plantar el piso de la casa, que era en tierra, para poder bailar”; las líneas de expresión conseguidas por los años se acentúan aún más sobre su piel blanca cuando recuerda con regocijo aquellas épocas.
Pero otro talento sería descubierto por esta mujer, por simple y llana casualidad. Un día mientras acompañaba a su nieto, en una excursión organizada por la escuela de fútbol a la que pertenecía, a Martha se le ocurrió una idea al son del oleaje caribeño: organizar ella las excursiones del barrio. Comenzó y le fue bien y, desde eso, no ha parado. Anota, jocosamente, “cuando eso éramos pobres no teníamos sino cámara de fotos, después compramos la filmadora”.
Pero contrario a lo que muchos creerían las excursiones organizadas no son un negocio, sino una oportunidad que Martha ha aprovechado para unir a su familia entorno a un paseo a Santa Marta, Coveñas, Santander, Capurganá, Panamá o cualquier otro destino, donde también la cocina se ha convertido en espacio de encuentro. “No nos aburrimos. Voleamos maracas parejo, saltamos, llevamos raspa raspa; pelucas; dominó; remix y el refrigerio para todos”.
Una “loca” entusiasta
“Mi mamá me dice la loca de la casa, será porque soy muy extrovertida –sigue relatando- Nunca me ven de mal genio, ese es el modo de ser mío. A mí no me amarra nada. Me levanto y le doy el café y el pandequeso a mi esposo y salgo tranquila. Cuando me voy a quedar todo el día dejo el almuerzo hecho y me voy”.
Gracias a su liderazgo y compromiso con el barrio, desde 2008 es la presidenta del grupo de adultos mayores Rayos de Sol Número 1, en el que hay 120 integrantes y con el que se reúne tres veces a la semana. “Yo hago mi gimnasia normal con aros, pelotas, colchonetas, lazos, bailando”.
Además, es delegada por organización a la mesa de salud de la comuna 6 y representante del Presupuesto Participativo, labores que disfruta porque, según ella, se da querer de la gente. “Tengo que ir a todas las reuniones, porque si uno no trabaja por la comunidad y si usted no está allá no le dan nada. Como delegada les consigo las gafas, las ortodoncias, las prótesis, las vacunas”, señala.
A Martha donde la inviten va. “La vida es salud y si no hay salud no hay vida”, por lo que disfruta su existencia bailando y paseando. No se deprime, no se estresa por los problemas, busca es soluciones o la mejor manera de sobrellevarlos, pero nada de preocuparse. “Me deprimo sino puedo salir”, dice en charla pero en serio.
José Isaías ahora es el fiel escudero para sus paseos comunitarios y planes familiares, no en vano Martha y los suyos se gozan la vida de una manera sana y sencilla: paseando.
Frase destacada:
“La vida es salud y si no hay salud no hay vida”.